Re: TVPP TVPA TVPY Cupones Vinculados al PBI
Publicado: Mar Ene 05, 2010 5:00 pm
El domingo 26 de mayo de 2002 se publicó esta nota en La Nación, firmada por Julio A.Piekarz, quien fuera gerente del Banco Central: (el subrayado es mío). Es una opinión desde otro ángulo, que podrá discutirse, pero es de tener en cuenta:
"El default argentino dejó varias lecciones para la deuda emergente
Los funcionarios de Economía se equivocaron al medirla
El endeudamiento público no era sustentable como sostenían en los últimos dos años
En su afán por cubrir el déficit, el Gobierno presionó a los mercados locales
Durante los años 2000 y 2001, escenario temporal del desenlace de la actual crisis, fue frecuente la opinión de funcionarios y ex funcionarios de la cartera económica de que la deuda pública argentina era y es relativamente baja, comparando su indicador de Deuda Pública/PBI (DP/PBI) -52,5% del PBI en 2000- con el límite de 60% que fija el Tratado de Maastricht para la Unión Europea.
Esta opinión la han mantenido aun luego de dejar sus funciones, lo que permite presumir que responde a su convencimiento, a diferencia de formar parte de su discurso oficial. Y quizás haya sido ese diagnóstico el que llevó a, cuando menos, tolerar un aumento de la deuda pública consolidada (Nación y provincias) de US$ 83.200 millones entre 1991 y 2001.
Pero la afirmación de que la deuda pública es moderada implica que es sustentable, con lo que contradice el acentuado deterioro del riesgo país y la dificultad creciente para honrar sus vencimientos que manifestó la Argentina desde mediados del año 2000.
Esa contradicción tiene una explicación sencilla, y es que la relación DP/PBI no es el indicador relevante de sustentabilidad. La deuda pública es sustentable si los intereses pueden ser atendidos con superávit fiscal primario y las amortizaciones con A superávit fiscal total, con B colocación de deuda en los mercados internacionales, o con C, colocación de deuda en los mercados domésticos.
En el corto plazo, por su parte, una crisis de financiamiento puede afrontarse con D, financiamiento del Banco Central al Tesoro y/o E, acceso a asistencia de organismos internacionales. Estos son mecanismos de postergación de un default, pero de ningún modo pueden convertir un determinado nivel de deuda en sustentable.
Para ello los candidatos naturales son A, B y C. En soberanos emergentes no es usual el superávit fiscal, por lo que la sustentabilidad de la deuda descansa en la capacidad de renovar vencimientos en los mercados doméstico e internacional (B y C). Y dado que por el tamaño limitado de sus mercados los soberanos emergentes emiten deuda en los mercados internacionales, un factor de sustentabilidad es la prudencia de los fondos requeridos a los mismos en relación con la emisión internacional total de deuda emergente.
Pero cuando una economía emergente encuentra los mercados internacionales con poco apetito por su deuda, los mercados domésticos reciben el peso -en forma voluntaria, a través de la persuasión moral del Gobierno o por decreto- no sólo de renovar los vencimientos de la deuda que mantienen en cartera, sino también los de la deuda en poder de no residentes (externa), con el corolario de que otro factor de sustentabilidad de la deuda está dado por la relación entre vencimientos anuales de la deuda pública y el tamaño del mercado financiero y de capitales local.
Dada la volatilidad de los mercados internacionales de capital, así como de las condiciones económicas de los países emergentes, sus mercados domésticos se convierten en la última garantía de sustentabilidad de la deuda. Y en este punto están en clara desventaja con los países avanzados, cuyos mercados financiero y de capitales, en relación con el PBI, superan en el orden de 3 a 4 veces a los de países en desarrollo. De este modo, la proporción del PBI que puede alcanzar la deuda pública sustentable es considerablemente mayor en los países avanzados que en los emergentes.
En el país
El marco anterior permite entender rápidamente el proceso de la Argentina hasta llegar al umbral de default, que se explica por el deterioro permanente de los factores de sustentabilidad y el incorrecto uso de los factores de postergación.
Durante la convertibilidad, el déficit fiscal creciente desde 1994 contribuyó a un crecimiento acelerado de la deuda y se sumó a las necesidades de renovar vencimientos con la consecuente elevación del riesgo de roll over. Las necesidades brutas (vencimientos anuales más déficit) de financiamiento, como proporción de la emisión internacional de bonos, luego de bajar de 21,3% en 1995 a 14,7 en 1997, escalaron a un inviable 52,9% en 2001.
El mayor riesgo retrajo el financiamiento externo (B) desde mediados del año 2000 y el Gobierno acudió a los factores de postergación. Pero la utilización por primera vez del financiamiento del Banco Central, aun limitado (afortunadamente) por la convertibilidad, agregó las dudas de mantenimiento del régimen cambiario. Y el recurso a los organismos internacionales, en noviembre de 2000 y en septiembre de 2001, no fue acompañado de un ajuste significativo del gasto público; no es de extrañar que los acuerdos con el FMI fueran rápidamente incumplidos.
La táctica del Gobierno
En este marco, el Gobierno, para cubrir los vencimientos de deuda y financiar el déficit, presionó intensamente a los mercados financiero y de capitales locales (B), lo que derivó en una mayor estatización de sus activos y en pérdida de liquidez, todo ello potenciado y agravado por la reducción de su tamaño a través de la huida de depositantes e inversores como reacción al creciente riesgo advertido. Las necesidades brutas de financiamiento, como proporción del tamaño de los mercados locales, luego de mantenerse en un ya elevado 20% en 1996/1998, treparon a un inabsorbible 32,1% en 2001.
En definitiva, la gravitación de la deuda pública argentina era demasiado grande como para ser absorbida por sus mercados domésticos: 148,2% del tamaño del mercado local en 2001.
Debemos lamentar que quienes tuvieron a su cargo la administración de la economía hayan tenido y mantengan un diagnóstico inadecuado de las limitaciones del endeudamiento de un país emergente.
Y debemos lamentar también que el Banco Central, que fortaleció adecuadamente con sus regulaciones prudenciales la liquidez y solvencia de los bancos, no haya usado a pleno su autonomía para exigir públicamente un cambio de rumbo en una política fiscal que no sólo era inconsistente con el mantenimiento de la convertibilidad sino también con la preservación de la solidez del sistema financiero.
Lo ilustrado para la Argentina es válido para otros países emergentes. La relación DP/PBI de Maastricht y otros países avanzados no es referencia para la sustentabilidad de su deuda. Dado el reducido tamaño de sus mercados doméstico financiero y de capitales, la sustentabilidad de la deuda pública exige limitar ésta a una relación DP/PBI sensiblemente menor. "
"El default argentino dejó varias lecciones para la deuda emergente
Los funcionarios de Economía se equivocaron al medirla
El endeudamiento público no era sustentable como sostenían en los últimos dos años
En su afán por cubrir el déficit, el Gobierno presionó a los mercados locales
Durante los años 2000 y 2001, escenario temporal del desenlace de la actual crisis, fue frecuente la opinión de funcionarios y ex funcionarios de la cartera económica de que la deuda pública argentina era y es relativamente baja, comparando su indicador de Deuda Pública/PBI (DP/PBI) -52,5% del PBI en 2000- con el límite de 60% que fija el Tratado de Maastricht para la Unión Europea.
Esta opinión la han mantenido aun luego de dejar sus funciones, lo que permite presumir que responde a su convencimiento, a diferencia de formar parte de su discurso oficial. Y quizás haya sido ese diagnóstico el que llevó a, cuando menos, tolerar un aumento de la deuda pública consolidada (Nación y provincias) de US$ 83.200 millones entre 1991 y 2001.
Pero la afirmación de que la deuda pública es moderada implica que es sustentable, con lo que contradice el acentuado deterioro del riesgo país y la dificultad creciente para honrar sus vencimientos que manifestó la Argentina desde mediados del año 2000.
Esa contradicción tiene una explicación sencilla, y es que la relación DP/PBI no es el indicador relevante de sustentabilidad. La deuda pública es sustentable si los intereses pueden ser atendidos con superávit fiscal primario y las amortizaciones con A superávit fiscal total, con B colocación de deuda en los mercados internacionales, o con C, colocación de deuda en los mercados domésticos.
En el corto plazo, por su parte, una crisis de financiamiento puede afrontarse con D, financiamiento del Banco Central al Tesoro y/o E, acceso a asistencia de organismos internacionales. Estos son mecanismos de postergación de un default, pero de ningún modo pueden convertir un determinado nivel de deuda en sustentable.
Para ello los candidatos naturales son A, B y C. En soberanos emergentes no es usual el superávit fiscal, por lo que la sustentabilidad de la deuda descansa en la capacidad de renovar vencimientos en los mercados doméstico e internacional (B y C). Y dado que por el tamaño limitado de sus mercados los soberanos emergentes emiten deuda en los mercados internacionales, un factor de sustentabilidad es la prudencia de los fondos requeridos a los mismos en relación con la emisión internacional total de deuda emergente.
Pero cuando una economía emergente encuentra los mercados internacionales con poco apetito por su deuda, los mercados domésticos reciben el peso -en forma voluntaria, a través de la persuasión moral del Gobierno o por decreto- no sólo de renovar los vencimientos de la deuda que mantienen en cartera, sino también los de la deuda en poder de no residentes (externa), con el corolario de que otro factor de sustentabilidad de la deuda está dado por la relación entre vencimientos anuales de la deuda pública y el tamaño del mercado financiero y de capitales local.
Dada la volatilidad de los mercados internacionales de capital, así como de las condiciones económicas de los países emergentes, sus mercados domésticos se convierten en la última garantía de sustentabilidad de la deuda. Y en este punto están en clara desventaja con los países avanzados, cuyos mercados financiero y de capitales, en relación con el PBI, superan en el orden de 3 a 4 veces a los de países en desarrollo. De este modo, la proporción del PBI que puede alcanzar la deuda pública sustentable es considerablemente mayor en los países avanzados que en los emergentes.
En el país
El marco anterior permite entender rápidamente el proceso de la Argentina hasta llegar al umbral de default, que se explica por el deterioro permanente de los factores de sustentabilidad y el incorrecto uso de los factores de postergación.
Durante la convertibilidad, el déficit fiscal creciente desde 1994 contribuyó a un crecimiento acelerado de la deuda y se sumó a las necesidades de renovar vencimientos con la consecuente elevación del riesgo de roll over. Las necesidades brutas (vencimientos anuales más déficit) de financiamiento, como proporción de la emisión internacional de bonos, luego de bajar de 21,3% en 1995 a 14,7 en 1997, escalaron a un inviable 52,9% en 2001.
El mayor riesgo retrajo el financiamiento externo (B) desde mediados del año 2000 y el Gobierno acudió a los factores de postergación. Pero la utilización por primera vez del financiamiento del Banco Central, aun limitado (afortunadamente) por la convertibilidad, agregó las dudas de mantenimiento del régimen cambiario. Y el recurso a los organismos internacionales, en noviembre de 2000 y en septiembre de 2001, no fue acompañado de un ajuste significativo del gasto público; no es de extrañar que los acuerdos con el FMI fueran rápidamente incumplidos.
La táctica del Gobierno
En este marco, el Gobierno, para cubrir los vencimientos de deuda y financiar el déficit, presionó intensamente a los mercados financiero y de capitales locales (B), lo que derivó en una mayor estatización de sus activos y en pérdida de liquidez, todo ello potenciado y agravado por la reducción de su tamaño a través de la huida de depositantes e inversores como reacción al creciente riesgo advertido. Las necesidades brutas de financiamiento, como proporción del tamaño de los mercados locales, luego de mantenerse en un ya elevado 20% en 1996/1998, treparon a un inabsorbible 32,1% en 2001.
En definitiva, la gravitación de la deuda pública argentina era demasiado grande como para ser absorbida por sus mercados domésticos: 148,2% del tamaño del mercado local en 2001.
Debemos lamentar que quienes tuvieron a su cargo la administración de la economía hayan tenido y mantengan un diagnóstico inadecuado de las limitaciones del endeudamiento de un país emergente.
Y debemos lamentar también que el Banco Central, que fortaleció adecuadamente con sus regulaciones prudenciales la liquidez y solvencia de los bancos, no haya usado a pleno su autonomía para exigir públicamente un cambio de rumbo en una política fiscal que no sólo era inconsistente con el mantenimiento de la convertibilidad sino también con la preservación de la solidez del sistema financiero.
Lo ilustrado para la Argentina es válido para otros países emergentes. La relación DP/PBI de Maastricht y otros países avanzados no es referencia para la sustentabilidad de su deuda. Dado el reducido tamaño de sus mercados doméstico financiero y de capitales, la sustentabilidad de la deuda pública exige limitar ésta a una relación DP/PBI sensiblemente menor. "