Mensajepor escolazo21 » Mié Jun 18, 2025 1:57 pm
Los idiotas útilesdel kirchnerismo
Por Dani Lerer
En la Argentina kirchnerista, la corrupción dejó de ser un síntoma para convertirse en un sistema. No hablamos solo de hechos aislados, de funcionarios coimeros o de empresarios prebendarios. Hablamos de un modelo de poder basado en el delito como método y en la impunidad como objetivo. El kirchnerismo no es una ideología. Es una estructura delictiva con fachada de justicia social.
Desde sus orígenes en Santa Cruz, con cajas negras manejadas sin control y fortunas inexplicables multiplicándose en bóvedas y hoteles vacíos, el kirchnerismo fue perfeccionando su maquinaria. Compraron jueces, colonizaron organismos de control, y pusieron el aparato del Estado al servicio de su supervivencia. Las causas judiciales se acumularon como evidencia apilada en un depósito, mientras los discursos prometían inclusión, soberanía y derechos humanos. Todo mentira. Todo coartada.
Pero ningún sistema criminal sobrevive sin complicidad. Y ahí entran los idiotas útiles. Los militantes de consignas huecas, los estudiantes que repiten como loros lo que escuchan en una plaza, los artistas bienpensantes que posan con afiches del Che sin saber siquiera qué hizo en su vida. Son los que creen que “defienden al pueblo”, mientras le entregan su fe a una banda que vive como millonaria a costa de su miseria.
Hay algo todavía más perverso: estos fanáticos no solo toleran el robo. Lo justifican. Las mansiones kirchneristas son “una forma de redistribución”. Los bolsos de López son “una operación mediática”. La fortuna de los Kirchner es “una construcción política”. Y la condena de Cristina es, según ellos, un acto de “lawfare”. Como si el Código Penal fuese parte de una conspiración oligárquica.
Y mientras tanto, la pobreza crecía, los hospitales se caían a pedazos, la educación pública se degradaba y los jubilados se hundán en el abandono. Porque el proyecto real del kirchnerismo no fue nunca mejorarle la vida a la gente. Fue siempre perpetuarse. Construir una red de dependencia, subsidios y lealtades forzadas. Reemplazar ciudadanía por clientelismo. Democracia por obediencia.
El daño fue profundo. No solo económico. Cultural. Moral. Muchos jóvenes crecieron creyendo que robar no es tan grave si se hace con un pañuelo en la muñeca. Que tener principios es de gorila. Que el éxito es trucho, salvo si viene de un contrato con el Estado.
Pero el relato se agota. La evidencia es demasiada. Las causas judiciales avanzan. Y lo más importante: cada vez más argentinos abren los ojos.
Lo que queda del kirchnerismo es una jefa condenada, un hijo incapaz, una agrupación vaciada y un coro de tuiteros que confunden cinismo con lucidez.
El futuro se construye sobre la verdad. Y la verdad es esta: el kirchnerismo fue una banda. Sus líderes, delincuentes. Y sus fanáticos, idiotas útiles que vendieron su dignidad por un mito que ya no existe.