¿Tiempo de revancha?
Por Jorge Halperín *
...El macrismo parece, en principio, la expresión de quienes rechazan a los partidos políticos tradicionales viéndolos como maquinarias obsoletas de corrupción. Y se preguntan cómo sería un país gobernado por una opción distinta. Claro que han sido capturados por el discurso de la antipolítica y, por lo tanto, miran con simpatía cualquier expresión que no provenga de las tradiciones partidarias. Un referí de fútbol, un cómico popular le llevan ventaja a un político porque estarían “incontaminados”. Así, creen ver gestión, eficiencia y mentalidad avanzada en el empresario devenido político.
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En un país en el cual no se recuerda otro empresario que haya incursionado con éxito en la política, es interesante pensar que no hubieran emergido Macri y su fuerza sin la década de Menem, sin aquel gesto inicial cargado de simbolismo para los ingenuos de entregar el Ministerio de Economía a un “empresario exitoso” (remember Bunge&Born). Tampoco hubiera surgido sin las invocaciones de Menem al Primer Mundo, a las relaciones carnales con Estados Unidos, al american way of life de los ’80 y ’90, los shoppings y los híper.
Aquel antecedente menemista permite que el vigoroso antiperonismo del público del PRO –que lo acerca a la UCR por la afinidad antiperonista– conceda un espacio en su interior para cierto peronismo. Son tiempos curiosos en los cuales incluso hay gestos gorilas en los propios peronistas.
El macrismo es el acento en el derecho de propiedad. Es la esperanza de una ciudad sin intrusos, limpia, ordenada. La bicicleta es el umbral de su conciencia ecológica, no el punto de partida.
Pero en ese mismo rechazo pueden encontrarse las definiciones. Está claro que el macrismo se alimenta de aquella intensa desconfianza hacia los partidos populares, y de la certeza orgullosa de los adictos al “está bueno” de su condición de ciudadanos independientes, nunca llevados de las narices por punteros barriales.
Sienten que representan lo nuevo y los excita la ilusión de convertirse, por fin, en los verdugos del peronismo y sus males. Si el mundo de la política quedó encerrado durante tantas décadas en una condición binaria (peronistas vs. radicales), y los golpes militares eran el único medio de llevar a la derecha al poder, en este imaginario el macrismo estaría imbuido de la misión trascendente de romper con aquella fórmula bipartidaria en nombre del progreso y de liberar las fuerzas modernizantes.
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.En esa visión “de avanzada”, el simpatizante PRO está convencido de que el mundo ya no puede ser juzgado en los “perimidos” términos de derecha e izquierda. Sebastián Fernández ha escrito que el de la fuerza de Macri es el relato de la “No ideología”.
Y, si no hay ideología y todos los intereses pueden armonizarse, no hay nada, entonces, que un esfuerzo de consenso no pueda conseguir.
Lo que no significa dialogar siempre. Frente a las iniciativas de la oposición, el veto serial. Y frente a la protesta, visualizado como un viaje de ida hacia el caos, es necesario imponer la autoridad.
...De hecho, muchos porteños sienten que todo lo que tienen lo han ganado sin ayuda y lo que no consiguieron se los arrebató un gobierno nacional que optó por dilapidar facilitando la vida de los que no tienen voluntad de progreso. Y van por la revancha.
Eso es lo más inquietante.
http://www.pagina12.com.ar/diario/econo ... 10-31.html