- Hada Madrina: ¿Qué hacés acá después de tanto tiempo?
- Es que desde la última vez que nos vimos fuiste una mujer tan buena que he decidido otorgarte tres deseos.
La sopresa de Cenicienta se triplica ante la noticia. Con el aliento entrecortado pide el primero:
- ¡Quiero ser más rica que nadie en el mundo!
De inmediato, todo el mobiliario y las paredes de su casa se convierten en oro sólido. Tras agradecerle al Hada Madrina, Cenicienta piensa y enuncia su segundo deseo:
- ¡Quiero volver a ser joven y bella!
Al instante, su viejo y achacoso cuerpo recupera la belleza y la turgencia de cuando tenía 18 años. Junto con su cambio anatómico, Cenicienta vuelve a sentir dentro de sí unos deseos y ansias que hacía años no experimentaba. De ahí, su tercer deseo:
- ¡Quiero que transformes a Alan en un joven apuesto!
Un segundo después, el gato se convierte en el efebo más esbelto y buen mozo de que se tenga memoria. Con esto, el Hada Madrina da por cumplida su misión y se va. Cenicienta y Alan se quedan mirándose a los ojos; la chica estudia el cuerpo más perfecto de hombre que haya visto. Alan se acerca a la joven, pone su cabeza contra la de ella y le susurra al oído:
- Seguro que ahora te arrepentís de haberme castrado...


