Del tema inflación, extraído de un largo e interesante reportaje:
¿Podemos ceñirnos ahora específicamente a la inflación argentina del período 2007/2010? Dado ese marco general que señala ¿cómo se aplica este al caso argentino?
En el caso Argentino hay varios ingredientes. En primer lugar hay que tener en cuenta que luego de la devaluación los salarios cayeron notablemente. Los precios subieron aproximadamente un 40% y los salarios nominales casi no se movieron, lo que es lógico en un contexto donde prevalecía un 22% de desempleo abierto, más otro tanto de sub-empleo y donde una masa importante de trabajadores se desempeñaban en actividades de mera subsistencia.
Si la devaluación brutal sufrida en 2002 hubiera coincidido con alguna resistencia salarial, entiendo que esa historia hubiera terminado en un escenario próximo a la hiperinflación, como sucedió con el Rodrigazo. El escaso poder de negociación de los trabajadores en ese momento, sin embargo, garantizó una cierta 'paz social' que permitió el despegue subsiguiente.
Sin embargo, era previsible que frente ante una recuperación como la registrada desde 2003, habría fuertes presiones para recuperar el terreno perdido.
Así, las condiciones para una inercia inflacionaria ya estaban planteadas desde entonces. A este escenario de por sí inflacionario se sumaron dos ingredientes fundamentales: una suba de los precios internacionales de materias primas y alimentos que coincidió con la política de dólar alto.
Dado que la mayoría de las materias primas y alimentos que exportamos son transables en términos internacionales, hubo una presión sobre el nivel de precios que vino por ese lado y alimentó la puja distributiva.
La circunstancia de que la vuelta a la inflación haya coincidido con un período de fuerte crecimiento, ha jugado a favor de la visión ortodoxa que explica el fenómeno inflacionario como un exceso de demanda. Sin embargo, sobre este punto hay por lo menos dos cosas a tener en cuenta:
1) Si uno mira la historia argentina y compara los datos, es fácil comprobar que los episodios inflacionarios rara vez han coincido con períodos de crecimiento. Argentina ha sufrido fuertes procesos inflacionarios con una economía estancada o en franca recesión. Son raras las ocasiones en las cuales la inflación coincidió con el crecimiento.
2) En el período 2007-2010 no se observa ningún indicio de escasez de factores o exceso de demanda de bienes. La inversión privada acompañó el crecimiento del producto y alcanzó los niveles más altos de la historia reciente del país, las escasas estadísticas disponibles (lo escaso en Argentina es todo aquello que provee el Estado) indican que el grado de utilización de la capacidad no se ha desviado de niveles normales, el desempleo abierto sigue rondando el dígito, etc.
3) Todos aquellos que diagnosticaban una inflación por exceso de demanda se han equivocado.
Tanto los ortodoxos como Prat Gay o Kiguel hasta presuntos heterodoxos como Frenkel o Curia, argumentaban que bastaba una leve desaceleración con relación a las tasas de crecimiento del período 2003-2007 para que la inflación se acomodara a niveles internacionales. Sin embargo, con la recesión internacional la tasa de crecimiento pasó del 7 u 8% al -2 ó -3% y la inflación se mantuvo, según distintas fuentes, en el orden del 15%. Lo que sucede es que en Argentina en general no se rinden cuentas por los errores de diagnóstico. Así, los mismos que la pifiaron hace unos meses siguen opinando como voces autorizadas.
En este marco, y siendo la Argentina un país tan conflictivo, no debería sorprendernos la recurrente tendencia a apreciar el tipo de cambio. Hasta ahora, la apreciación cambiaria ha demostrado ser la mejor herramienta para controlar la inflación, por lo menos en economías como la argentina (aunque también funciona en otras muy distintas como la brasilera). Y para muestra basta un botón: la convertibilidad. Sin embargo, no es preciso enumerar las limitaciones de esta 'herramienta'.
La inflación es y seguirá siendo uno de los temas que divide a los economistas.
En las economías contemporáneas resulta casi imposible conciliar tres objetivos considerados 'deseables' por casi todas las sociedades: lograr un alto nivel de crecimiento y de empleo, en un contexto de baja inflación, al tiempo que mejora la distribución del ingreso. Los períodos históricos en los cuales estos objetivos fueron realmente satisfechos en forma simultánea, son muy breves y en general se caracterizaron por un fuerte (y a veces pormenorizado) control estatal de la actividad económica. Pero en la generalidad de los casos constituyen un verdadero trilema de la imposibilidad.
Cuando dos de esos objetivos son alcanzados, inevitablemente se pierde el tercero.
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