Columnista invitado
La economía ante un año de recuperación
Eduardo Luis Fracchia
Para LA NACION
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Domingo 24 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
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La economía argentina estará especialmente dominada por la política los próximos dos años. La crisis en el Banco Central (BCRA) es un ejemplo más de lo que veremos en el futuro. La tentación de profundizar los rasgos populistas del modelo es grande con el propósito de llegar con mayor consumo y gasto público a las internas del justicialismo y a la elección general. Así movió las fichas el Poder Ejecutivo frente a la elección de 2009 (el gasto creció 30% nominal) y en 2011 se juega el premio mayor.
A favor de la economía se destaca el contexto internacional de liquidez, el retorno del apetito por el riesgo y la buena marcha de los países de la región, con récord de popularidad en varias presidencias como hace mucho tiempo no veíamos. Juega en contra en el frente doméstico que la agenda de reformas advertidas desde 2007 no ha sido encarada por el Gobierno y la acumulación de distorsiones ha profundizado los problemas estructurales.
Una de estas cuestiones pendientes se refiere al escenario fiscal. Hemos pasado de un nivel de 3% de superávit primario, correspondiente al inicio del modelo, a uno aproximado de 1% para ser generosos, al final del mandato de Cristina, nivel más próximo al del promedio de la convertibilidad.
El gasto público se comió la presión tributaria creciente y distorsiva. Es candidato a seguir creciendo por las prácticas de clientelismo que veremos los próximos 20 meses. Con el soporte del Banco Nación, la Anses y el BCRA, el default queda lejos del escenario, pero igualmente sería muy deseable que se pudiera acceder al mercado de capitales con tasas del orden de 8%, superiores a las que consigue Brasil, pero claramente inferiores a las cobradas en su momento por la administración Chávez.
Problemas fiscales
En la cuestión fiscal es de destacar también la compleja situación de las provincias, que sabemos que reciben mucho menos en términos históricos de los recursos de la coparticipación federal. Las provincias han incrementado los subsidios al empleo en el orden de 34 a 42 personas por cada 1000 habitantes. El déficit provincial, concentrado en dos tercios de las administraciones, está cerca de los $ 10.000 millones y Buenos Aires posee la mitad de este déficit.
El otro frente de los superávits gemelos es el externo. Sigue sólido. Cuesta ver que haya retraso cambiario con semejante saldo de cuenta corriente. Tanto el tipo de cambio multilateral como el tradicional están en valores más que razonables. La película de largo plazo es poco alentadora: pasamos de 3,5% del comercio mundial a 0,35% en 80 años. Es una caída sistemática que revela nuestra falta de competitividad. La salida está en incorporar mayor valor agregado a las exportaciones.
Evidentemente, en la macro de corto plazo es clave para continuar con la agenda atenuar la inflación instalada en un régimen que Roberto Alemann caracterizó en su momento como de "inflación mediana". Esta inflación alienta la puja distributiva y a su vez la realimenta, deteriorando el tipo de cambio real. Si bien el Banco Central es, sin lugar a dudas, muy eficaz en otros frentes, en el más importante, que es cuidar el valor del peso y no el del dólar, se quedó corto. La inflación influye directamente en la pobreza, que se estima que estaría cerca del 32% de los hogares, una enorme paradoja para una década de fuerte reactivación.
El año que comienza no será de estanflación, pero tampoco de tasas chinas, tendremos una recuperación respecto a lo perdido en 2009 y sería deseable volver al casillero de 2008. La variable consumo va a crecer y será el motor junto con las exportaciones.
La inversión crecerá de modo moderado ya que no existe previsibilidad en los agentes y estamos en un esquema en el cual esperar y ver hasta después de las elecciones de 2011 es lo funcional. La inversión expresa futuro y este modelo es mezquino en este sentido. Por eso seguimos mal rankeados en todo el abanico de indicadores de percepción comparada de la competitividad. En el World Economic Forum (WEF) estamos 85 de 134 países y en el de clima de negocios de The Economist Intelligence Unit (EIU) estamos 65 sobre 82. Las variables que conforman estos índices anticipan crecimiento futuro, ya que se refieren a la infraestructura institucional, física y de capital humano para afrontar el proceso de desarrollo.
Crecimiento modesto
En síntesis, veremos un 2010 con reactivación a pesar de la incertidumbre relativa de la reciente crisis institucional que postergará el canje. Respecto del crecimiento, se espera muy poco porque no se mueve el amperímetro en la inversión. Algunos sectores, como construcción, agro, automotor y turismo, tendrán mayor despliegue. La tasa de crecimiento oscilará entre 2 y 5%, según sea el optimismo y la proporción que se le ponga al peso del agro en la recuperación.
Pensamos que será superior a 4% y que se mantendrá este nivel de expansión en 2011. No es una tasa atractiva desde el punto de vista electoral, bajará marginalmente el desempleo, dada la estrecha elasticidad empleo-producto, y, como la inflación va a subir a alrededor de 20%, la pobreza seguirá siendo importante. En medio de esa economía frágil votaremos el año que viene.
El autor dirige el Area Economía del IAE Business School (Universidad Austral).
Este es un interesante artículo, más allá de su contenido crítico hacia el gobierno, ya que proyecta un crecimiento de 4% para el 2010 y otro 4% para el 2011 e importantísimo: proyecta ese crecimiento en un escenario donde el conflicto político e institucional no aminora para nada y a pesar de que se atrase el canje. Es decir, en un escenario no muy optimista que digamos, la economía crecería moderadamente pero crecería lo suficiente para tener en el bolsillo casi dos cobros que sumarían casi 11 pesos
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Este análisis proyectivo citado es coherente con lo que escribí en mi post anterior: los cupones están subvaluados dado que la variable principal que determina su valor es la economía real y por lo tanto: pueden desacoplarse del derrotero de los bonos que dependen casi exclusivamente del canje en el contexto actual.